Autora: Mtra. Doris Soberanis Barrientos, Psicóloga Terapeuta Familiar y de Pareja, Universidad del Valle de México Campus Santa Fe.

La contingencia del COVID-19 que estamos atravesando desde nuestros hogares se ha convertido en un escenario de convivencia forzada los siete días de la semana, la casa ha pasado a ocupar el lugar de trabajo, de estudio e incluso de convivencia social a través de la tecnología.

Parece que la familia no se siente de vacaciones, pero tampoco están diferenciando los espacios internos-externos, es decir todo lo que ocurría afuera está ocurriendo dentro de casa donde la dinámica empieza a ser rutinaria con sensación de asfixia o agobio.

Esta pandemia nos ha llevado a perder la rutina cotidiana y eso implica un duelo a la forma de vida que teníamos habitualmente. Al inicio, quizá era más fácil ya que existían expectativas positivas en torno a la cuarentena: como pasar más tiempo de calidad en familia, jugar y estudiar con los hijos e incluso convivir en pareja. Sin embargo, con el tiempo este confinamiento se convirtió en una situación cada vez más difícil de manejar para padres e hijos, ya que se perdió el equilibrio familiar, la disciplina, los hábitos y las actividades.

No sólo eso, sino también se experimenta la pérdida del espacio individual vital que necesitamos los individuos para tolerar y reflexionar en tiempos de adversidad. Ahora la mayoría de los espacios físicos en casa, así como el internet y la tecnología son compartidos, lo que detona sentimientos de invasión, desesperación y enojo; por lo que es importante que el sistema familiar plantee acuerdos, así como la organización de horarios y espacios para tomar clases, trabajar, colaborar en actividades del hogar y convivir en familia.

Los integrantes de un sistema familiar son capaces de tomar decisiones de forma compartida mediante la negociación, los valores, la equidad y la reciprocidad.  Afrontamos un momento trascendental donde los seres humanos y particularmente la familia debe pensar las relaciones interpersonales, fortalecer la comunicación, prever, unificarse y hacer esfuerzos para lograr acuerdos y reconciliarse ya que el aprendizaje que deja esta crisis es prepararnos para desafíos futuros.

Walsh, F.  (2012) afirma que la familia puede considerarse como una fuente potencial de resiliencia, esto es como un recurso, además que la perspectiva sistémica permite comprender de qué manera los procesos familiares moderan el estrés y posibilitan a las familias afrontar crisis prolongadas, superarlas y adaptarse, esto es llamada por la autora resiliencia familiar.

¿Cómo fortalecer la resiliencia familiar ante la emergencia?

  • Expresar los sentimientos y pensamientos que cada integrante de la familia está experimentando ante esta situación y ser respetuosos
  • Dotar de sentido a la crisis
  • Aprender a convivir con la incertidumbre
  • Aprovechar las oportunidades en medio de la crisis
  • Normalizar la angustia familiar
  • Elogiar los esfuerzos y logros
  • Construir vínculos empáticos
  • Pasar de las quejas a los objetivos
  • Aceptar las limitaciones humanas, ¿qué esfuerzos hace la familia para que la situación adversa no límite todas las áreas de su vida?

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