Por: Mtra. Yazmín Fabiola Benítez Sánchez
Académica de Tiempo Completo
Universidad del Valle de México Campus Hispano
Desde el inicio de su presidencia Donald Trump ha ido minando la presencia de Estados Unidos en el mundo y con ello la hegemonía norteamericana. Uno de los propósitos de Trump ha sido borrar cualquier vestigio de la presidencia de Barack Obama, así, se salió del Acuerdo de París, no ratificó el acuerdo que tenía con Rusia sobre misiles, inició una guerra comercial con China y quizá el más importante, porque impacta de manera directa la seguridad internacional: acabó con el acuerdo nuclear con Irán.
Es un hecho que desde la invasión a Irak en el 2003 como represalia por los ataques terroristas a las Torres Gemelas en Nueva York y al Pentágono, la presencia norteamericana en la región era ampliamente rechazada en la región de Medio Oriente, sólo sus aliados en Arabia Saudita e Israel estaban conformes con la presencia de Estados Unidos. Sin embargo, la aparición del autodenominado Estado Islámico hizo posible una alianza con Irak e Irán se unieron para combatirlos, una vez abatido y muerto su líder Abu Bakr al-Baghdadi, la endeble alianza se rompió.
Los recientes enfrentamientos entre Estados Unidos e Irán tienen el marco de la creciente presión que ha estado ejerciendo el gobierno de Trump sobre el enriquecimiento de uranio por parte de Irán y la presión para que cambien el sistema político teocrático en la región. Sin embargo, sólo habían sido presiones políticas y diplomáticas. La tensión se agravó hasta derivar en la actual crisis en el ataque a una base militar norteamericana dónde murió un contratista norteamericano y el asedio de la embajada de Estados Unidos en Irak.
En este contexto, se le presentaron varias opciones a Donald Trump y en su club de golf, sin el gabinete de seguridad, decidió por la medida más drástica posible, asesinar en territorio iraquí al Qassem Soleimani, el segundo hombre más importante de Irán. Lo cual ha escalado de manera exponencial la conflictividad en la región.
Hay que destacar que Soleimani ha sido uno de los hombres clave del régimen iraní para fortalecer su hegemonía en la región frente a Arabia Saudita y a todos los países con filiación sunita. Es uno de los artífices de la expansión de Irán, incluso por medio de apoyar a grupos terroristas, como Hezbollah del cual es cercano.
Por otro lado, en los últimos años hemos visto como en todo el mundo se fortalecen grupos nacionalistas, el caso de Medio Oriente no es la excepción, a la par del nacionalismo, hay un fuerte componente religioso y un sentimiento anti occidente que hace más inestable la región, por la presencia de fuerzas occidentales (Estados Unidos, Francia e Inglaterra principalmente), como se vio en los funerales de Qassem.
Hasta este momento, la prudencia de Rusia y China para intervenir a favor de su aliado en la región (Irán) indican que el enfrentamiento será sobre todo regional. Y que los ataques tanto de Estados Unidos como de Irán serán limitados y precisos. Es decir, la población civil no ha sido atacada, sólo blancos militares y con un mínimo de bajas. Por lo que una confrontación global es muy lejana.
Se prevé que se endurezcan las sanciones económicas de Estados Unidos a Irán. Sin embargo, el asesinato de Soleimani al interior de Irán, ha servido como catalizador de la unidad de ese pueblo, el cual estaba protestando contra el régimen del Ayalotah y de la grave crisis económica producto de las sanciones norteamericanas.
Lo que sí constituye una advertencia mundial, es el alza de los precios del petróleo por la posible amenaza de que Irán no deje salir buques petroleros por el Estrecho de Ormuz donde puede tener mayor influencia el país persa, no hay que olvidar que el 5% del petróleo mundial pasa por ese estrecho.
En este sentido, un precio alto del petróleo beneficia a México ya que las finanzas públicas mexicanas dependen en buena medida de los ingresos petroleros. Sin embargo, no se puede confiar el gobierno mexicano, ya que será una subida temporal de dichos precios.
Por otro lado, la postura del gobierno mexicano está en consonancia con los principios de política exterior plasmados en la Constitución, en el artículo 89 fracción X, por medio del cual se busca la solución pacífica de los conflictos. Al mismo tiempo, es acorde con la tradición diplomática de nuestro país de servir como mediador para resolver por medios pacíficos, como lo es la experiencia del Grupo Contadora.
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