- A largo plazo, la falta de esta vitamina puede conducir al debilitamiento de los huesos y a enfermedades como osteomalacia u osteoporosis, explica especialista en Nutrición Clínica de UVM.
El encierro prolongado ha limitado por mucho tiempo la exposición al sol para una buena parte de la población, elevando con ello el riesgo de padecer deficiencia de vitamina D y, como posible consecuencia, el debilitamiento de los huesos, advirtió la maestra Catalina Hernández Reyes, académica de la Licenciatura en Nutrición de la Universidad del Valle de México Campus Chapultepec.
A poco más de un año que inició el confinamiento por la pandemia de COVID 19, muchas personas no solo han evitado salir de manera regular, sino que tampoco realizan actividad física de la misma forma que antes, lo cual, aunado a un deficiente consumo de frutas y verduras y al incremento en el consumo de alimentos ultra procesados, provocarán un importante impacto en la salud.
Una deficiencia de vitamina D, que como se sabe, ayuda al cuerpo a absorber calcio, también podría favorecer enfermedades como osteomalacia u osteoporosis, añadió la académica.
La especialista en nutrición clínica afirmó que conviene recordar y mantener presentes algunas recomendaciones para recobrar tanto falta de vitamina D como de calcio y, con ello, evitar el deterioro del sistema óseo. Es importante consumir pescado, sardina y charales, los cuales tienen fuentes naturales de vitamina D; además, integrar productos de origen vegetal, en específico, los de hoja verde como brócoli o espinaca, los cuales tienen un aporte de calcio, así como la leche y sus derivados.
Explicó que el consumo de estos alimentos, más la exposición al sol y la actividad física, permitirá una mejor absorción y provocará que tanto la vitamina D como el calcio se adhieran a los huesos, y con ello disminuya el riesgo de concentraciones séricas.
Por otro lado, recordó que uno de los aprendizajes más importantes, es que el COVID19 ha mostrado la importancia que tiene el fortalecimiento del sistema inmune para hacer frente a cualquier agente agresor que pudiera generar una lesión en el organismo, y para ello, la mejor forma, es la sana alimentación.
Para ello, es necesario consumir alimentos del bien comer, tales como, frutas y verduras -que aportan micronutrientes-es decir vitaminas, minerales y antioxidantes, además de que proporcionan fibra y agua. Estos micronutrientes, funcionan como cofactores enzimáticos, que además de que soportarán al sistema inmune, dotarán al organismo de complejo B, potasio, sodio y zinc, los cuales son elementos que ayudarán a que el sistema inmune trabaje de manera correcta.
Mientras que, los cereales y las leguminosas proporcionarán energía al organismo, entre ellos están el pan, arroz, maíz y sus derivados, así como las leguminosas, como los frijoles, lentejas, habas o alubias.
Estos proporcionarán energía al organismo a expensas de hidratos de carbono, fibra y aminoácidos que se complementan. Por ejemplo, en una enfrijolada tenemos una cantidad energética apropiada, fibra, así como vitaminas y minerales, esto ejemplifica la combinación de cereales, tubérculos, más leguminosas, dijo.
El tercer grupo, lo conforman los alimentos de origen animal, que son básicamente todo tipo de carne, aves, pescado, leche y sus derivados, y estos nos proporcionan proteínas de alto valor biológico, es decir que contienen los veinte aminoácidos que el organismo necesita consumir cada día.
La Mtra. Catalina Hernández destacó que es necesario limitar el consumo de alimentos ultra procesados ya que son densamente energéticos o que no proporcionan los nutrimentos adecuados, por ejemplo, alimentos que vienen adicionados con un exceso de calorías, grasas saturadas, grasas trans, sodio, azúcar, ya que su consumo excesivo genera ganancia de peso, provoca un desbalance energético y pro oxidación, lo cual afecta al sistema inmune.
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