Un tercio de los niños, adolescentes y adultos jóvenes clínicamente sanos en la zona metropolitana de la Ciudad de México, muestran déficit del sistema del olfato y alto riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas asociadas con la contaminación, de acuerdo con la reciente investigación realizada por la Doctora Lilian Calderón Garcidueñas, especialista en neuropatología y neurotoxicología e Investigadora de la Universidad del Valle de México y de la Universidad de Montana.
La Dra. Calderón recientemente publicó los hallazgos de la investigación titulada Alzheimer’s disease and alpha-synuclein pathology in the olfactory bulbs of infants, children, teens and adults ≤ 40 years in Metropolitan Mexico City. APOE4 carriers at higher risk of suicide accelerate their olfactory bulb pathology, en PUBMED (Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU. Institutos Nacionales de Salud). Junto con la doctora Calderón, los especialistas Angélica González-Maciel, Rafael Reynoso-Robles, Randy J. Kulesza, Partha S. Mukherjeee, Ricardo Torres-Jardón, Topi Rönkkög y Richard L. Doty firman este trabajo.
La neuropatóloga explicó que los residentes de la zona metropolitana de la Ciudad de México -en donde viven más de 20 millones de habitantes- están expuestos durante todo el año a concentraciones de partículas finas (PM2.5) y ozono (O3) por encima de los Estándares Nacionales de Calidad Ambiental de los Estados Unidos (NAAQS), lo que causa graves daños a organelos celulares críticos en el sistema nervioso central.
En su investigación, la Dra. Calderón pone en manifiesto que el daño al bulbo olfatorio en los residentes de la Ciudad de México es temprano, progresivo, exhibe Alzheimer y alteraciones en la proteína alfa sinucleina (proteína que juega un papel muy importante en la enfermedad de Parkinson).
Uno de los hallazgos importantes es que las células endoteliales del bulbo olfatorio están sumamente dañadas ya que son la primera entrada de las partículas asociadas con procesos de combustión, las cuales además de hierro, contienen otros elementos -incluidos metales- que producen estrés oxidativo. Esto afecta en primer lugar el Bulbo Olfatorio y en consecuencia afecta la respuesta olfatoria de las personas, advirtió.
Explicó que el bulbo olfatorio tiene conexiones con el sistema límbico, la amígdala y el hipocampo, por lo que es un órgano complejo, que nos pone en contacto con múltiples funciones del cerebro. Por lo tanto, la alteración de este y del sistema olfatorio en general, afecta de una manera importante para que los sujetos se comuniquen adecuadamente.
Por otro lado, Calderón Garcidueñas planteó que el contacto directo entre las neuronas olfatorias, el bulbo olfatorio y el cerebro hace obligada la respuesta inflamatoria del bulbo olfatorio cuando entra en contacto con partículas que contienen endotoxinas y metales, entre otros, como resultado hay alteraciones de grupos celulares y se altera la comunicación con el resto del cerebro
Tiene la misma importancia la respuesta inflamatoria sistémica de los citadinos, la prolongación de la inflamación obliga al organismo a implementar una respuesta anti-inflamatoria, con resultados inmunosupresores a largo plazo. Esto afecta al cerebro, al sistema olfatorio y al resto del organismo. El resultado final es el aumento del riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas y cáncer.
“Dado a estos resultados, la investigación reafirma que la contaminación del aire es un factor de riesgo desarrollar enfermedades neurodegenerativas, especialmente el Alzheimer y el Parkinson”, manifestó.
La investigadora expuso que se sabe que la patología de enfermedades neurodegenerativas generalmente se asocia con edades avanzadas, sin embargo, en el entorno de exposiciones altas a contaminantes atmosféricos, los marcadores neuropatológicos de las enfermedades de Alzheimer y el Parkinson comienzan en la edad pediátrica. Vale la pena resaltar, que para el Alzheimer y el Parkinson, las deficiencias olfatorias se presentan de 5 a 6 décadas antes de los respectivos cuadros clínicos de demencia y alteraciones motoras (temblores, rigidez, alteraciones en la marcha, etc., ).
Derivado de estos hallazgos, la Dra. Calderón Garcidueñas dijo que es esencial que los padres estén conscientes que es necesario proteger a los niños de las exposiciones prolongadas al medio ambiente contaminado.
Además, recomendó no realizar ejercicio al aire libre sino realizar esta actividad dentro de un gimnasio o alberca, protegidos del medio ambiente porque inevitablemente los niveles altos están presentes la mayor parte del día.
Evitar fumar, no tener en la recámara aparatos eléctricos como computadoras y celulares porque generan campos electromagnéticos. La importancia del potencial problema con campos electromagnéticos radica en el hecho que los residentes en la CDMX tienen en su cerebro cantidades significativas de nano partículas altamente inestables desde el punto de vista magnético.
Indicó que es imprescindible una dieta balanceada, de preferencia mediterránea, es decir, aceite de oliva, verduras, nueces, almendras, carne en cantidades moderadas y evitar los refrescos y bebidas energéticas.
La Dra. Calderón hizo énfasis en las edades pediátricas y de adultos jóvenes, tener horarios de sueño adecuados ya que además que es imprescindible para el crecimiento, facilita respuestas cognitivas adecuadas y rendimiento escolar óptimo.
Calderón Garcidueñas detalló que para la investigación se seleccionaron 179 autopsias, con causas repentinas de muerte que no involucraban el cerebro y los sujetos de 0 a 40 años fueron clínicamente sanos antes de su muerte súbita.
“El interés en la Universidad del Valle de México es enfocarse en la investigación de enfermedades neurodegenerativas desde etapas tempranas con el objetivo de prevenir y proteger a las personas, de ahí la relevancia de esta investigación”, manifestó la Dra. Lilian Calderón, investigadora de UVM.
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