Fundamental la educación formal para romper con paradigmas machistas y prevenir violencia hacía la mujer: especialista de UVM.
Ante la pandemia de COVID-19, una de las medidas esenciales para evitar contagios fue quedarse en casa, lo que ha implicado para muchas mujeres quedarse en un encierro sin válvulas de escape, debido a que el “violentador” o los “violentadores”, que por lo general salían a trabajar o a hacer otro tipo de actividad, ahora también están en esa casa.
La Mtra. Deni Salazar, psicóloga y académica de la Universidad del Valle de México, Campus Coyoacán, en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, explicó que una mayor cercanía de muchas mujeres con aquellas personas que ya solían maltratarlas, ha ocasionado el incremento de la violencia doméstica.
Añadió que esta violencia de género se encuentra en las estructuras económicas, de salud, educación y culturales, y se ha perpetrado desde tiempos indeterminados en forma alarmante y en diferentes esferas de la vida, pero se ha incrementado de manera significativa durante el periodo de confinamiento.
Recordó que, de acuerdo con la Red Nacional de Refugios, durante la pandemia 4 de cada diez mujeres que pidieron ayuda a esta asociación y afirmaron que sufrían violencia física y, 51% de las hijas e hijos de las mujeres que pidieron apoyo fueron víctimas de agresiones mientras se quedaban en casa protegiéndose de la pandemia.
Deni Salazar indicó que se ha evidenciado que la violencia se da en la intimidad, por lo tanto, mujeres, niñas y adolescentes, son violentadas la mayor parte de las veces en su contexto íntimo, es decir, en su casa, en su familia, por sus familiares, por sus parejas o por el padre.
Agregó que las mujeres históricamente han sido dependientes económicas de las parejas, la falta de desempeño laboral implica la falta de prestaciones, entre ellos falta de cobertura de salud; mientras que, cuando hay un tipo de propiedad privada, solo 16% de los casos de mujeres tiene parte de la propiedad, lo que condiciona esta dependencia.
Respecto al reparto de las tareas domésticas también tiene una proporción muy desigual entre hombres y mujeres. Las mujeres dedican a las labores domésticas 42 horas a la semana en promedio, frente a los hombres que en promedio le dedican entre 12 a 14 horas a la semana, de modo que, lo anterior supone parte de una violencia estructural.
Comentó que esta diferencia de tareas no remuneradas en casa también se ha incrementado durante la contingencia, ya que hay mujeres que además de trabajar en quehaceres dentro de casa, deben atender tareas escolares de los hijos y trabajo.
Salazar dijo que estas condiciones generan mayor estrés en el hogar y en la familia, lo cual podría considerarse una situación de violencia debido a que las fuentes de estrés son precisamente estas desigualdades y, por consiguiente, perjudica directamente el equilibrio emocional de las mujeres.
Para hacer frente a esta realidad, la especialista en psicología de UVM indicó que es necesario un trabajo arduo coordinado y desde varias aristas. Respecto a las tareas que corresponden al estado, es preciso establecer una política clara para prevenir y contrarrestar la violencia hacia la mujer, la cual debe iniciar desde las instituciones de salud y de educación.
Dijo que es indispensable que desde la familia se dé un giro de la educación en casa, en el estilo de crianza, en donde se cambie el paradigma del tipo de crianzas machistas y patriarcales a estilos de crianza democráticos, con equidad de género.
“Cambiar los estilos patriarcales en donde el padre es el que tiene el mando, la voz, es el que determina, castiga y las mujeres son las que tienen que ir a la zaga con trabajos y quehaceres que históricamente se les han atribuido, así como quitar la desprenderse de la idea que son propiedad del padre, de la pareja incluso de los hermanos hombres” dijo.
La académica Deni Salazar consideró que la educación formal es parte fundamental para poder romper estos paradigmas, lo cual es importante porque sí hay una relación directa de pobreza y violencia de género entre una educación precaria formal y violencia de género.
Desde las instituciones de educación o en las empresas tendrían que haber pláticas informativas de orientación más específica de sensibilización e incluso talleres en donde haya interacción de hombres y mujeres construyendo una mejor vida para todos.
Salazar explicó que existen líneas de apoyo para las mujeres, quienes no deben quedarse a ser violentadas, es importante que reciban intervención en estas redes establecidas para ayudarlas.
“Deben saber que a través de una intervención se puede quitar lo que ya aprendió a lo largo de la vida, pensamientos como el machismo o premisas que tienen que ver con el patriarcado, para que una vez que se anule este tipo de creencias, de pensamientos y de conductas, se adopten estilos de vida que les permiten funcionar de una manera equilibrada, justa y que tengan que ver con el bienestar en todos los sentidos”, afirmó.
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