Por *Luis Durán

A medida que las tecnologías exponenciales como la inteligencia artificial, la realidad aumentada o la biotecnología avanzan y se extienden a todos los ámbitos de nuestras vidas, surge un sinfín de interrogantes. Quizás una de las inquietudes más recurrentes es qué sucederá con los trabajos del futuro y cómo debemos preparar al talento para un mundo de cambios disruptivos. Los coches autónomos ya no necesitan conductor, las entregas de mercancías ya no necesitan mensajeros, y muchos procedimientos médicos hoy en día ya no requieren la presencia física de un doctor. ¿Acabarán los robots desplazando a las personas? Aunque es difícil predecir el límite de la tecnología, sí es posible afirmar que la mente humana no puede ser replicada en su totalidad. Hasta ahora, al menos, las máquinas son incapaces de emular el pensamiento crítico de las personas o el juicio para distinguir el bien del mal.  Más que competir con los robots, la pregunta debiera ser cómo impulsar la colaboración entre tecnología y seres humanos para potenciar las ventajas de ambos y con ello multiplicar el impacto en beneficio de la sociedad.

En ese sentido, debemos responder a la pregunta de ¿cómo lograr que las nuevas generaciones cuenten con las habilidades necesarias para destacar en un contexto tan cambiante? En la Universidad de la Singularidad hablan de la necesidad de desarrollar la mente exponencial, que se refiere a la capacidad de resolver cualquier problema cuando se aplican las tecnologías exponenciales y formas más innovadoras de pensar.[1]

La tecnología se ha convertido en un lenguaje que los individuos deben dominar desde una edad temprana, y es por ello que la alfabetización digital debe estar en el centro de la formación de talento.  Además de la posesión de habilidades digitales y la comprensión de qué hacer con ellas, la educación debe ir más allá, al proporcionar a los alumnos una enseñanza profunda de cómo aplicar e innovar con la tecnología para que puedan desempeñar un papel activo e influir positivamente en su entorno. Para ello, el razonamiento lógico-matemático, la capacidad de análisis y de pensamiento abstracto son habilidades que cada vez cobrarán más relevancia, y que deberán de combinarse con la creatividad para poder solucionar problemas complejos y ser exitosos en el trabajo.

Otra parte fundamental para formar al talento en esta nueva era de cambios disruptivos será trabajar en la formación de habilidades socio emocionales tales como la persuasión, la inteligencia emocional y la comunicación para aprovechar al máximo las oportunidades y sortear los desafíos que se presentan.

Finalmente, otro componente indispensable que debe estar presente en todos los esfuerzos educativos para las nuevas generaciones es desarrollar la capacidad de adaptación e innovación. Las actuales tendencias tecnológicas están generando un ritmo de cambios sin precedentes en los contenidos curriculares de muchas disciplinas, a tal grado, que para el momento en que los estudiantes se gradúan de la universidad, cosas que aprendieron en los primeros años ya se ha vuelto obsoletas. Es por ello que debemos estar abiertos al aprendizaje durante y para toda la vida, tener la capacidad de adaptarnos a nuevos entornos, y para ello la educación continua o el life-long learning es crucial. Cada vez será más necesario continuar preparándose con certificaciones, actualizaciones en nuevas tecnologías y procesos productivos, softwares, idiomas, etc.

Definitivamente no se antoja un reto fácil formar a las nuevas generaciones que coexistirán con los robots y las máquinas en el trabajo. Las nuevas tendencias ya están teniendo un impacto disruptivo en los empleos, y la mejor forma de prepararse es anticipando y analizando los cambios para entender el rol debe jugar la educación y la capacitación en equipar a los trabajadores del futuro.

*Presidente y Director General de Laureate México y de la Universidad del Valle de México.

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[1] Singularity University, Exponential Mindset, https://su.org/concepts/

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