Por Luis Durán Luján*

Al analizar reportes, estudios e indicadores en materia educativa, muchas veces olvidamos lo que está detrás de cada dato o estadística: estudiantes y maestros. Son múltiples las variables que inciden en los resultados que todos los días revisamos y utilizamos para la toma de decisiones, pero quizás uno de los más importantes es el impacto que tiene un buen maestro en el aprendizaje y motivación de los estudiantes. Desde la educación temprana hasta el posgrado, la influencia positiva de un docente es de gran trascendencia. Con todos los avances y las nuevas tendencias en la educación, tales como el uso de la tecnología y el acceso al conocimiento ilimitado a través del internet, el valor de la relación humana entre un docente y sus estudiantes no deja de ser relevante y ninguna máquina podrá sustituirlo. Más aún, con la saturación de información con la que vivimos y el consecuente déficit de atención que ello genera, cobra aún mayor importancia aquel profesor que logra un impacto profundo en sus estudiantes, no sólo para enseñar conocimientos de forma adecuada, sino también para transmitir la curiosidad intelectual, contagiar el ansia de aprender, de superarse, de reflexionar, de cuestionarse a sí mismos, el hábito de la lectura, de la investigación y el trabajo en equipo, más allá de una buena calificación. Estoy seguro que todos nos acordamos de algún profesor que influyó en nuestra decisión profesional, que nos incitó a seguir estudiando o que nos marcó por alguna otra razón.

El Global Teacher Prize es un premio anual de 1 millón de dólares que otorga la Fundación Varkey GEMS a un maestro extraordinario de cualquier país en el mundo. Es para aquel maestro, innovador y comprometido que haya tenido un impacto inspirador en sus estudiantes y en su comunidad. En 2018 la ganadora de este premio fue Andria, una maestra en una escuela secundaria en el barrio de Brent, en el Reino Unido. Brent es uno de los lugares étnicamente más diversos de ese país y se hablan 130 idiomas en sus escuelas. Sus estudiantes provienen de algunas de las familias más pobres de Gran Bretaña, muchas de ellas expuestas a la violencia de pandillas. Los niños llegan a la escuela con habilidades limitadas y se sienten aislados de los demás, lo que hace que involucrarse con ellos sea muy difícil. Trabajando como profesora de arte y textiles, así como miembro del equipo de liderazgo de la escuela con la misión de ganarse la confianza de sus estudiantes y sus familias para comprender las complejas vidas de las que proceden. Andria rediseñó el plan de estudio desde cero, trabajando cuidadosamente junto con otros profesores para lograr llegarle a sus estudiantes. Ella ayudó a un profesor de música a lanzar un coro de la escuela somalí y creó horarios alternativos para permitir deportes solo para niñas que no ofendan a las comunidades conservadoras. Aprendiendo las bases de muchos de los 35 idiomas en la población estudiantil de la escuela, Andria ha podido generar empatía entre sus estudiantes. Gracias a sus esfuerzos, la escuela ha mejorado significativamente sus calificaciones y acreditaciones, a pesar de la desventaja con la que ingresan la mayoría de los estudiantes a sus aulas.

¿Cuántos maestros como Andria tendremos en México? ¿Cuántos profesores que con una infraestructura mínima y con estudiantes que provienen de hogares disfuncionales, con carencias en nutrición hacen hasta lo imposible para enseñar y ayudar a sus estudiantes? La organización Mexicanos Primero premia desde el 2008 a los mejores profesores en todo el país y sus historias son realmente inspiradoras. Unos de los galardonados en el 2017 fueron los maestros Ricardo Enrique Cetina Flores y Rogelio Ake Mugarte de una escuela primaria en Valladolid, Yucatán, quienes impulsaron un modelo de aprendizaje entre pares orientado a fomentar la cultura y la lengua maya en sus zonas escolares. Con el desarrollo de talleres para docentes, directores y familias sobre temas como el derecho a aprender en la lengua materna, la identidad docente y el español como segunda lengua, han logrado un gran avance en la revaloración de la lengua maya, la lucha contra la discriminación y el aprecio de la interculturalidad.

Podría continuar contando historias sobre profesoras y profesores que en realidad son héroes. Por eso en nuestro país deben fortalecer los programas de profesionalización de los docentes y autoridades educativas, mediante la formación inicial y continua, pues es un hecho innegable que, para mejorar el sistema educativo, se requieren maestros capacitados. Pero no debemos olvidar tampoco la figura central que juega el docente en un salón de clases, y es por ello que tenemos que revalorar su profesión, darles las herramientas necesarias para su formación, y sobretodo, brindarles nuestro apoyo y voto de confianza de que ellos pueden ser agentes de cambio y motivo de inspiración para sus estudiantes.

*Presidente y Director General de Laureate México y UVM.

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